Ahora que recordamos la memorable fecha de 1614, año de la publicación de la Fama Fraternitatis, el primer manifiesto de la respetable Fraternidad de la Rosacruz, nos parece oportuno señalar algunos de los pilares en los que se basó la llamada de esta fraternidad.
Estos pilares vertebral una construcción invisible y que, no obstante, irradia el espíritu y el amor. Sus pórticos guardan la Belleza, la Verdad y el Bien imperecederos , cobijados en el corazón de Dios. Y como “el bien y la certeza siempre están en armonía consigo mismos” (fama), se reflejan eternamente en el corazón del hombre que busca al verdadero Dios. Los pilares son las columnas del antiquísimo arte de la construcción, la alquimia pura, que disuelve y vuelve a fusionar, y que con su resultado aporta la curación. Se fundan sólidamente en Cristo, como los corazones fieles de quienes en aquella época trajeron al mundo la buena nueva, nuestros amigos y hermanos de la Orden de la Rosacruz.