Cuando hablamos del Espíritu y su unificación con la consciencia humana, no estamos hablando sobre una experiencia mística abstracta. Al contrario, nos estamos refiriendo a una transformación orgánica y práctica que comienza y se desarrolla a partir del primer arquetipo que forma nuestro ser, el corazón etérico con sus siete rayos del Espíritu. Y el proceso de la transfiguración se despliega y progresa cuando, de hecho, cada uno de esos siete rayos puede transformarse en la fuerza vivificante de los diferentes aspectos de nuestro ser más profundo.
Simbólicamente, llamamos a ese proceso «el despliegue del capullo de rosa en la séptuple rosa del corazón». En la práctica, eso significa que a partir de la primera y hasta la séptima cámara, todo su corazón etérico precisa vivir de una energía totalmente nueva – los siete rayos del Espíritu – que corresponden a aspectos muy prácticos de su consciencia y de su manifestación: Voluntad – Amor – Inteligencia – Armonía – Sabiduría – Dedicación – Acción.