Desde tiempos inmemoriales los seres humanos han construidos templos para poder reunirse con ese Ser supremo de infinitos nombres y credos, pero que en todo lugar ha representado lo superior, lo supremo, el origen de todas las cosas, la fuente de toda inteligencia, sabiduría y belleza.
Y resulta que cada uno tiene la posibilidad de hacer de su propio cuerpo un templo. Y es en el cuerpo donde tenemos la posibilidad de celebrar ese encuentro.
Los pocos que lo han conseguido y han decidido narrarnos su experiencia -lo cual es una actividad de mucho riesgo-, coinciden en que existe una información primordial, grabada en cada molécula del universo, y por tanto en nosotros también, pero hace falta un código que la descifre, y ese código se encuentra en un átomo muy especial, presente en el corazón, que refleja tanto lo divino como la verdadera individualidad de cada ser humano. Por tanto, en el corazón está el mensaje y también el código que lo descifra. Debemos de dejar de buscarlo en el exterior, en las cosas tangibles, pues está en el interior de nuestro ser.