Las fuentes de la filosofía clásica señalan que Apolonio fue más que un filósofo: «un término medio, entre los dioses y el hombre». Fue, no sólo un adepto de la filosofía pitagórica, sino «el ejemplo más divino y práctico de la misma».
Respecto al origen de su poder y conocimiento, podemos considerar lo que se deriva de esta enigmática sentencia que Filóstrato le atribuye:
“He visto hombres que habitan la tierra sin habitarla, que defienden las ciudades sin defenderlas, y que no poseyendo nada, poseen lo que todos poseen”.
Aquellos que “están en la tierra, pero no sobre la tierra”, son las inteligencias que se ciernen sobre las cosas; que las defienden con sus secretos poderes espirituales.
Vemos en esta declaración una alusión a su contacto con lo que en la Rosacruz Áurea denominamos la «Fraternidad Universal», compuesta de entidades que han trascendido los límites de la vida humana terrestre, tal como la conocemos, y obran desde el campo de vida del Alma-Espíritu, inspirando e insuflando fuerza e inteligencia espiritual a quienes perseveran en su aspiración hacia la Sabiduría.
Jan van Rijckenborgh hace un profundo análisis esotérico de este magnífico libro que describe simbólicamente las doce etapas del camino de desarrollo espiritual usando la analogía de las horas del día.